todo lo que toco florece, germina, engendra
y muere.
Porque ese es el ciclo de la vida,
y yo no puedo oponerme ni con todas mis fuerzas,
y aunque lo quisiera, no hay posibilidades de negarse,
la vida surgiría
nuevamente,
y la muerte esperaría agazapada,
detrás de un marco de cristales rotos,
o sentada en su mecedora que rechina,
la muerte paciente aguardaría su momento.
ni la suerte de los perdedores
ni el infortunio de los ganadores,
porque quien gana siempre perderá algo,
la oportunidad de no ser exitoso,
pasar desapercibido por el mundo,
y no tener que enfrentarse al éxito que todo lo corroe.
Y quien pierde, siempre encontrará que ha ganado,
aunque sea mínima la diferencia,
pues entre lo ganado y lo perdido,
solo se distingue la perspectiva
de mirar el horizonte desde arriba o desde abajo.
Soy el dador de la vida,
el que nunca se arrepiente,
y como Arjuna no teme en matar a sus hermanos,
pues lo que El Señor manda, se cumple de todas maneras.
y se cuela por las ventanas como los mosquitos,
porque no hay nada que se me escape,
ni pared que me impida pasar a donde quiero,
y hacer mi obra fecunda,
que es la de marchitar las flores de las jardineras,
y vaciar las peceras de los niños,
que al despertarse descubrirán,
a los peces boqueando su último aliento,
que es el aliento que da la vida,
a otro ser, que pudiera bien pudiera ser el niño,
que descubre con pena, que la vida es efímera,
y cuando se va, solo deja un cuerpo hediondo,
lo mejor es tirar los peces por el wáter
y comprar unos nuevos a la salida de la escuela.