31 de diciembre de 2012

La casa del sueño




Todo fue inesperado, el encuentro, la casa, las personas que conocí, todo, incluso los detalles parecen más irreales a medida que pasa el tiempo. Tal vez es la memoria la que nos oculta de descubrir una realidad o una irrealidad, y nos sumerge en el recuerdo, el recuerdo de lo que quiere que recordemos, y el olvido de lo que necesitamos olvidar.

Mientras conversaba con un amigo de toda la vida, le conté mi situación, la miseria en la que me encontraba y la incertidumbre de cómo salir de ella. 

En realidad enterarme de mi enfermedad fue muy doloroso y no lograba asimilar con exactitud lo que debía hacer. Él, sabio como siempre, y lleno de un misterio - tal vez ritual – me dijo que me contactara con ellos, ellos sabrían que hacer. Al principio desconfié de todo el relato que me hizo, y sobre todo de las indicaciones para contactarlos. Pero mi desesperación y la posibilidad de una salida hicieron que tomara fuerza y me convenciera – tal vez no era convencimiento, tal vez era la necesidad de una verdad la que me obligó a hacerlo – de llamarlos.

Por extraño que parezca, no recuerdo la llamada, tal vez nunca la hice, aunque todos los del grupo posteriormente me aseguraron que uno siempre llama, uno los busca, y de alguna u otra manera ellos se contactan con uno, pero siempre es uno el que debe dar el primer paso. Es una manera de enamoramiento, en que hay que actuar, hay que ser eficaz o podemos perder el tren que cruza ese puente, la frontera que nos separa de la última realidad. 

Las indicaciones de mi amigo y de ellos sin embargo eran claras, y aunque desconfiado por el lugar, no tuve más remedio que seguirlas. Debía estar en el Quicentro, en plena Naciones Unidas y Shyris a las 12 en punto, esperar  una camioneta blanca o gris – ahora no estoy muy seguro de su color -  y subirme en ella en cuanto pasara a mi lado.

El día señalado para mi encuentro con el grupo salí de casa antes de lo acostumbrado para llegar a tiempo. Sin embargo, no se si llegué antes o después de las doce, pues ese es otro de los detalles que parecen haberse borrado de mi memoria, lo cierto es que entré en pánico al ver que pasaban los minutos, antes o después de medio día, y la camioneta no llegaba, o tal vez llegó y yo no estuve, o la confundí y no supe que eran ellos, o no reconocí las señales que me hicieron y decidí no intentar subir a ninguna de las camionetas que pasaban, y que en realidad fueron muchas. 

Con una angustia que hacía que mi corazón palpitara como intentando dejar mi pecho, nervioso y a punto de un colapso, y luego de una espera que pareció una eternidad, apareció la camioneta con un símbolo extraño, pero que me recordó una conversación anterior con mi amigo. En las puertas laterales del vehículo, o al menos en la del lado del copiloto se dibujaban tres círculos dentro de una circunferencia mucho más grande, el símbolo de la paz de Roerich, que hace unas semanas me lo hizo conocer mi amigo, y sobre el que estuvimos largo rato discutiendo camino a  nuestras casas un domingo por la tarde. Al instante supe que era la camioneta indicada, y para que no quepa duda, fui alumbrado por sus potentes faros – aunque ahora dudo que hayan encendido las luces del vehículo y más bien fue el sol de medio día el que se reflejó en ese instante y me alumbró directo a los ojos. Por un instante quedé completamente ciego, pero no debía dejar escapar la oportunidad y caminé al filo de la acera e hice unas ridículas señas para que se detuviera. 

Dos hombres de unos 35 o 40 años, o al menos así lo parecieron en ese instante, se encontraban en la cabina de la camioneta, me saludaron o al menos así lo creí, en un lenguaje extraño pero que en ese momento lo comprendí perfectamente y abordé sin preguntar nada a la cabina. Nadie volvió a hablar durante todo el trayecto, o eso pienso ahora, ya que no recuerdo que haya tenido lugar conversación alguna con los dos sujetos que se encontraban a mi lado, y al parecer ahora también he olvidado el camino que tomamos, las calles, los edificios y las casas que pasaron delante de mi son totalmente un misterio, o tal vez en realidad resultan irrelevantes para mi memoria y para el caso.

 En cuanto llegamos me sorprendió encontrar una fábrica delante: un gran complejo industrial se levantaba ante mis ojos, y el mismo símbolo pintado en azul se encontraba en medio de un gran edificio de color blanco. Además del símbolo, las letras O V E R L O A D E D sobresalían en la parte superior del edificio. Supuse que me había equivocado y los sujetos de la camioneta también. Pero al instante ellos bajaron de la cabina, obligándome –no de manera forzada, sino más bien, porque era naturalmente lo que debía hacer – a bajar. Aturdido y desconcertado, no tuve siquiera tiempo de reprocharme la equivocación. Los dos al unísono y con una voz de autoridad me dijeron que no, que no me equivocaba y que era la “casa” que buscaba, y que el grupo entero me estaba esperando dentro. No comprendí bien sus palabras, porque delante de mí no había ninguna casa, era una fábrica de quien sabe qué, pero no dudé de sus palabras y adelanté unos pasos hasta quedar de frente a una puerta diminuta en comparación con el resto del edificio. Se abrió automáticamente y los tres entramos al instante.

Dentro las cosas parecían diferentes, o al menos el exterior no coincidía con el interior, o en parte, porque una vez cruzado el umbral, la puerta que era de color negro de la entrada, me encontré  frente a una casona amplia, antigua, con un aspecto semiderruido, y en la que se destacaba un patio de tierra de un café rojizo, que era donde me encontraba, detrás estaba un muro alto, muy alto, como el de una prisión, porque al parecer rodeaba todo el conjunto, pero que difería notablemente del muro y la fachada exterior de la fábrica. 

Por delante todo era de un blanco mate, inmaculado, con excepción de la puerta, que como dije era de color negro, como un agujero en medio de la nada. Por dentro, el muro era más bien gris verdoso, enmohecido por el paso de muchos años, y de la puerta de entrada no quedaba la más mínima señal, todo el muro era igual, y sin embargo, y por eso dije que en parte el interior no coincidía con el exterior, pues al costado izquierdo de donde me encontraba, es decir del patio, y de la casona, se levantaba el complejo industrial blancuzco y como lejano, separado por un muro algo más bajo del que quedaba a mis espaldas. 

Fue extraño ver aquel elefante blanco  al costado, que desde fuera parecía correcto y normal, y sin embargo, desde dentro era como nos hubiéramos distanciado mucho de aquella mole, como si nos distanciara otra realidad, tal vez como si estuviera contenido en una burbuja de cristal, aunque no sabría diferenciar si la casona antigua era en verdad la que se encontraba separada por esa especie de cápsula. Mi recuerdo de ese instante era que solo había dado los pasos necesarios para dejar la puerta y entrar en el recinto, pero mi visión decía lo contrario, nos encontrábamos muy distantes ya sea del muro o de aquel edificio blanquecino.

Una vez recobrado de esa primera impresión y aunque más aturdido que antes, mis dos acompañantes me invitaron a seguirlos y entrar en la casona. Caminamos un corto trecho en la tierra de aquel patio que me recordaba a mi infancia y la casa de mis abuelos, y por fin entramos en la casa. Esta vez la puerta de entrada era de color rojo, aunque bastante gastada y opaca, como si la madera hubiera absorbido la pintura y como un nutriente más para su corteza muerta, y se la hubiera apropiado, una madera enrojecida y que lucía cansada de tanto abrirse y cerrarse para cada iniciado. 

Por dentro la casa lucía igual que por fuera, bastante desaliñada, con numerosas puertas que quien sabe si conducían a cuartos o a corredores, a baños o a cocinas, a salas o a sótanos. Mis acompañantes me indicaron una de aquellas puertas delante y entramos, esta vez la puerta era simple, de un café corriente, al interior una espaciosa sala acomodada con sillones de épocas pasadas y que parecían recogidos de entre escombros o por lo menos de la calle, donde habían sido abandonados por sus propietarios, cansados y fastidiados de aquellos vejestorios, dejaban entrever una pobreza única, un desamparo, o por lo menos un desapego estético que me estremeció un poco a pesar del aturdimiento. 

En la sala se acomodaban una pocas personas, de las cuales no recuerdo sus rostros o sus vestimentas, es como si estuvieran allí para complementar una escena que no se viera desierta, y que más bien representara la precariedad de aquella casa. Mis dos acompañantes se despidieron con un corto ademán que intuí que significaba que esperara en aquella sala. 

Al rato apareció un anciano, que al parecer traía las mismas vestimentas de uno de mis acompañantes iniciales, pero que en el lapso de unos minutos había envejecido unos 50 años, incluso sus ropas estaban viejas, por eso tardé en asociarlo, y en realidad no estaba muy seguro de si era la misma persona u otro, en todo caso el anciano me dijo en voz baja: bien, bien, te estábamos esperando, pero no nos reconociste al principio, ahora que ya no tienes salida, has venido a nosotros. 
- No te culpes por tu enfermedad, sabemos que estás enfermo, por eso has venido, de lo contrario no nos hubieras reconocido. Ahora tienes que comer, comer para estar listo a cruzar el portal…

22 de noviembre de 2012

Ironía


Oh Ironía!,
pequeña de rubios rizos,
la lolita de mis pensamientos.

la llama que enciende
las voces y las mentes
de algunos condenados.

Oh Ironía
quien desearte pudiera
nunca te dejaría.

agudeza de los sentidos
forma hermética que
se encierra en las cajas de los payasos


Evocaciones del Homo Perfectus.
películas en 18 mm,
y palomas muertas en los portales.





11 de noviembre de 2012

Mishima



Una flor de loto en medio de la nieve.
Mishima atravesado por un verso.


 



Los trenes van llenos de gente muerta,
y en los andenes los pordioseros mueren de frío,
de hambre y de desamparo.









Desde la lejanía vienen partículas elementales,
traen consigo las escaramuzas de un recuerdo olvidado,
son incontables, y se adhieren a todo lo vivo,
son polvos de ángeles de otro tiempo,
que volverán algún día a reclamar su herencia,
y a pedir cuentas a los que creyeron en el olvido.



10 de noviembre de 2012

pequeños versos irrelevantes



El cielo iluminado por proyectiles.
Las explosiones crean una luz maligna.
Desde lejos la virgen con velo negro
aguarda para desatar su furia.



6 de noviembre de 2012

Clima cool



New Orleans swallowed by the sea
the rhythm of blues sunk on the water
there no chillin’ music today,
mardi grass ends on Friday.




18 de octubre de 2012

Soy el dador de vida






Soy el dador de vida,
todo lo que toco florece, germina, engendra
y muere.


















Porque ese es el ciclo de la vida,
y yo no puedo oponerme ni con todas mis fuerzas,
y aunque lo quisiera, no hay posibilidades de negarse,
la vida surgiría nuevamente,
y la muerte esperaría agazapada,
detrás de un marco de cristales rotos,
o sentada en su mecedora que rechina,
la muerte paciente aguardaría su momento.









Soy el dador de vida, nada se me escapa,
ni la suerte de los perdedores
ni el infortunio de los ganadores,
porque quien gana siempre perderá algo,
la oportunidad de no ser exitoso,
pasar desapercibido por el mundo,
y no tener que enfrentarse al éxito que todo lo corroe.
Y quien pierde, siempre encontrará que ha ganado,
aunque sea mínima la diferencia,
pues entre lo ganado y lo perdido,
solo se distingue la perspectiva
de mirar el horizonte desde arriba o desde abajo.








Soy el dador de la vida,
el que nunca se arrepiente,
y como Arjuna no teme en matar a sus hermanos,
pues lo que El Señor manda, se cumple de todas maneras.

















Soy el dador de vida, el que canta salmos en medio de la noche,
y se cuela por las ventanas como los mosquitos,
porque no hay nada que se me escape,
ni pared que me impida pasar a donde quiero,
y hacer mi obra fecunda,
que es la de marchitar las flores de las jardineras,
y vaciar las peceras de los niños,
que al despertarse descubrirán,
a los peces boqueando su último aliento,
que es el aliento que da la vida,
a otro ser, que pudiera bien pudiera ser el niño,
que descubre con pena, que la vida es efímera,
y cuando se va, solo deja un cuerpo hediondo,
lo mejor es tirar los peces por el wáter
y comprar unos nuevos a la salida de la escuela. 













31 de agosto de 2012

La cremallera no cierra el abismo en el que he caído



Con porfía descubro
la soledad de los muertos
que en esta vida reptan
noche tras noche
en los calabozos del rey maligno.

Los esclavos de las noches bohemias
se juntan para darse calor,
por medio de mejunjes que
solo activan las neuronas de las bacterias,
y alguno que otro obsecado pensamiento.

De las bocas de los falsos profetas,
solo emergen gusanos,
y baba que gotea por todo el piso,
hasta convertirse en una masa pestilente
que anuncia que el recital ha terminado.

Es la hora de los brindis,
y de las celebraciones energumenezcas,
pues entre sonoros aplausos,
emerge un enano babeante,
tartamudo y bastante ebrio,
que con efluvios y vahos
producto de la cocaína,
cree que el mundo supura
al igual que su verborrea. 

Encuentro más poesía en el fondo de un vater,
donde alguien ha dejado como recuerdo
un cierre de la cremallera que
permanece entre el agua y la orina,
y no se va cuando jalo la cadena.




9 de mayo de 2012

El Juego


(Fragmento del cuento El Juego)





-Doble o nada, me dice el croupier.
Y yo apuesto, sigo apostando con una locura inédita. Quiero apostar hasta quedarme sin dinero o hasta hacerme rico. Y sin embargo, a diferencia de Paul Carrick yo no tengo sistema, no tengo ni idea del juego, tan solo apuesto, y esta vez doblo y gano. La cuestión del método la dejo a un lado y solo juego instintivamente. 


1 de abril de 2012

Cuba otra vez





 

Hablar de la situación política en Cuba resulta uno de los temas más recurrentes y desfasados del mundo. Un lugar común espinoso y sin salida. Es un tema aburrido y por mucho. Y no es que el tema no sea interesante, solo que con él no llegas a ningún lado, es como quedarte en la isla con el agua por todas partes, o como jugar a las sillas y tenerlas todas ocupadas.






Mucho más interesante, y mucho más edificante resulta hablar de la música cubana, una de las más ricas y complejas manifestaciones del ingenio cubano, llena de ritmos, llena de historias, llena de un sonido que lleva el alma a flor de piel...

  El son que lo mueve todo.













El mambo y el chachacha






La nueva (vieja) trova, etc.,
por solo enumerar unas pocas.















O hablar del cine cubano, que si bien no tuvo los recursos para desarrollarse a una magnitud mayor, es por demás un cine rico en significados, en fotografías, en guiónes.




















 
















Y mucho más interesante resulta hablar de la literatura cubana, una de las literaturas más amplias y completas de América Latina, y que ha recibido poca atención por parte de los lectores y la crítica literaria. 






Solo por enumerar algunas facetas fascinantes de la literatura cubana vale decir que sin la isla Hemingway sería solo un triste borrachín inglés en busca de aventuras luego de que se le acabaron las anéctodas europeas.











Así como sin la isla y su poeta preferido, los almuerzos nunca llegarían a ser tan lezamianos como los que preparaba ese maestro de lo exquisito. 











Ni las excusas para todo tendrían un sentido si no fuera por una geografía rodeada de agua y de un café exquisito para sentarse toda la tarde y no hacer nada como Virgilio. 




















Y tampoco habría el mar de palabras sucias y oscuros rincones en los que se mueve acechando Pedro Juan. etc.















En fin, la política es lo de menos, o al menos, creo que resulta menos interesante que su cultura, y eso puede decir mucho.


29 de marzo de 2012

¡He aquí mis pequeños!

Ilustración de "La vuelta al día en 80 mundos" de J.C.




Sangre de mi sangre,
Carne de mi carne.
Son la descendencia indeseada
del padre que los anida.

Los oigo lloriquear,
están hambrientos.
Los siento moverse,
han despertado.

Mis pequeños tienen instinto asesino,
son crueles por naturaleza,
y tienen dientes afilados,
y uñas afiladas,
y un vientre prominente.

Todo su ser fue creado
para la destrucción de su padre.
Ellos son el inicio y el fin
del sinsentido.

Porque aun cuando les di la vida,
y los alojé dentro de mi ser,
ahora quieren terminar conmigo.

Es un intento suicida,
pues si muero,
ellos mueren conmigo.

No voy a dejar que salgan,
no les abriré las puertas del cielo,
ni las del mundo desconocido.

Mis pequeños son como albinos,
no pueden ver la luz del día,
y sin embargo no son albinos.

Mis pequeños se alimentan de sangre,
y sin embargo tampoco son vampiros,
pues también les fue negado
deambular en medio de la noche.

Son indefensos polluelos en medio de su nido,
pues al primer contacto con lo de fuera
mueren indefensos mis chiquillos.

Por eso no entiendo su necesidad de destruirlo todo.
Me cuesta trabajo entender su anarquismo,
pues la época de las bombas y los atentados,
hace tiempo que acabó para su padre.

Tal vez sea una forma de venganza.
Tal vez sea una forma de poesía.

Mis chiquillos claman ante la injusticia
de no poder salir de su guarida.
Y yo no puedo verlos sufrir de esa manera.
Solo me queda una salida.

¡Lo siento mis chiquillos!
A partir de ahora seré igual de asesino.

Hijos míos tengo que envenenaros,
y no es por odio, ni por venganza,
tal vez es por poesía:
pues con ese mismo veneno,
yo también me asesino.

De manera sistemática,
¡suave y lentamente!,
iré muriendo junto a vosotros,
hijos míos.



8 de marzo de 2012

Correr bajo la lluvia



Correr bajo la lluvia con la persona equivocada,
el amor transgredido por la causalidad.

No  es desamor, es falta de coraje.

La cobardía requiere corazones inundados
de sobras de amores pasados.

El amor consumido por unas llamas que no arden.
Cenizas que vuelan en la tormenta del olvido.

El clima conspira contra los desesperados.




7 de marzo de 2012

Segundo Piso




El ascensor estaba dañado,
mi desesperación me llevó a un abismo,
más siempre es confiable este antiguo edificio.

Ahora regresa la luz,
se han prendido las bombillas,
y el ascensor vuelve a funcionar.

Ya no necesito arrastrarme escaleras arriba,
y no tengo que vivir donde los vecinos,
regreso a mi casa, que es cada vez más alta.

No sé cuando llegue al piso siete,
por ahora me quedaré en el piso 2.

Por ahora solo vivo en e piso-dios.