5 de mayo de 2013

Martin Bauman por David Leavitt.



La primera vez que leí Arkansas, el más famoso libro de relatos de David Leavitt, supe que iba a ser uno de mis escritores contemporáneos favoritos. De hecho, es uno de los pocos escritores gay que realmente aprecio. Y cuando en una feria del libro en Medellín encontré en uno de los estantes Martin Bauman, no dudé un instante en comprar esta voluminosa novela.

Terminé de leerla esta semana. Me quedé en la cama para el final, saboreando las últimas letras, ese final que es uno de los más acertados que he leído. Y es que uno no solo tiene que aprender a empezar una historia, tal vez lo más difícil es terminarla, adecuadamente. 

Pero vamos por el comienzo. La extensa novela de 455 páginas retrata la vida del alter-ego de David, Martin. Un estudiante judío a inicios de la década de 1980 que ingresa a una prestigiosa universidad para estudiar literatura. Al inscribirse en el seminario dictado por el prestigioso editor y aún no consagrado escritor Stanley Flint, Martin entrará en una espiral de amor, rencor, descubrimientos, vida social neoyorquina, y relaciones amorosas. 

Todos estos temas y otros, son tratados con bastante brillantez por Leavitt a lo largo de la obra. Y sin embargo, subterráneamente, subsiste en el interior del libro otro relato: el de alcanzar una certeza. El subtítulo que no aparece en castellano, A sure thing, hace referencia a esa necesidad de Martin de “abalanzarse sobre una cosa segura”, una frase que sus compañeros de seminario de escritura proponen como su sinónimo. Las certezas son varias: la iniciación sexual y el deseo por otros hombres; la necesidad de reconocimiento por parte de Flint; el afianzamiento como escritor; el ensayo de matrimonio con Eli, etc. Es el anhelo incesante por la certeza el que se plasma en el relato de Martin, ese es el leitmotiv de su vida. 

Un momento de la vida de Martin que transcurre durante la Era Reagan, donde muchos norteamericanos se hicieron ricos, mientras la izquierda fue anulada por esa nube de fascismo y elitismo que recorrió el país. Y es que para anular “los peligros del comunismo”, los políticos norteamericanos no dudaron  en utilizar todos los métodos del fascismo para combatir un enemigo invisible pero casi omnipresente. Las reflexiones de Leavitt respecto a la era Reagan no dejan de ser una buena fuente para comprender este triste periodo de la historia norteamericana. Sobre todo respecto a la homosexualidad y su relación con la derecha política, el miedo al sida, y las nuevas tendencias del mundo editorial y la economía en general. Estos son los orígenes de nuestra época. Ahí están sus fundamentos. 

Lo cierto es que si bien hace un retrato bastante “certero” de su sociedad, y de allí mi necesidad de buscar en los propios norteamericanos, en sus escritores, una explicación para las cosas que pasan. No solo es un retrato de la sociedad. Se trata de un escrito bastante personal, donde a ratos queda la sensación de que no puedes compartir sus ideas, respecto a su gusto por los hombres mayores, o su abstención a la bebida y a las drogas por ejemplo, pero también en la afinidad de otros aspectos, como el mismo concepto de amor y su relación con el sexo, o la naturaleza de las relaciones sociales. Esta afinidad solo es posible con un relato vivo, en el que te puedes distanciar, pero a la vez identificar, ya sea porque lo viviste, o porque lo estás viviendo en el mismo instante en el que lees un párrafo y encuentras esa idea que rondaba tú cabeza pero no sabías expresarla, articularla en un lenguaje inteligible. 

Eso es la literatura, un punto de encuentro con uno mismo, con el otro, con todos, y con nadie en particular; es un encuentro con la palabra. Esta novela está atada al amor por la literatura por parte del mismo Martin. Un amor incondicional que está marcado por la necesidad de escribir. Una necesidad que comparto. En el caso de Martin, esa necesidad está marcada por decir más con menos. Una frase que caracteriza al minimalismo literario del que Martin era parte a mediados de los 80’s y que fue tanto combatido como aclamado por la crítica literaria.  

Por mi parte, y ya para ir cerrando, esa necesidad me lleva a criticar los falsos dilemas que muchas veces se nos proponen, en parte como recursos literarios para convencer, y que otras veces son utilizados para narrar episodios que argumentan una posición frente al mundo, y que justifican esa posición. Pero que finalmente son falsos. Así, el falso dilema entre la denuncia social y el arte por el arte, se plantea en términos de Martin y de su mentor Stanley Flint como la irrenunciable vocación de escribir desde el alma, y no desde lo que otros te indican o que es lo socialmente correcto. Flint argumentaría que eso lleva a escribir “mierda sin paliativos”, y concuerdo con que escribir siempre va a ser una necesidad personal, un encuentro con la certeza de la palabra, y sin embargo, al hacerlo, al encontrarnos con la palabra y con nosotros, estamos haciendo una denuncia en un sentido amplio. Se trata de reconocer que a veces las certezas que necesitamos están lejos de ser alcanzadas, y que la vida sigue, aun cuando le hayamos puesto punto final a algo. 

En suma, se trata de un libro altamente recomendado, con pasajes estupendos y que tan solo al final parece que decae, pero que Leavitt lo cierra de forma magistral, con palabras. Uno de sus siguientes relatos ya captó mi atención y espero obtenerlo pronto: El contable hindú. Una obra que parece renovar la obra de Leavitt, desde la investigación, la ciencia, la filosofía, y los misterios de la pasión en que se encuentran D. H. Lawrence, Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein y por supuesto, el contable hindú.