La primera vez que leí Arkansas,
el más famoso libro de relatos de David Leavitt, supe que iba a ser uno de mis
escritores contemporáneos favoritos. De hecho, es uno de los pocos
escritores gay que realmente aprecio. Y cuando en una feria del libro en Medellín encontré en uno de los
estantes Martin Bauman, no dudé un
instante en comprar esta voluminosa novela.
Terminé de leerla esta semana. Me quedé en la cama para el
final, saboreando las últimas letras, ese final que es uno de los más acertados
que he leído. Y es que uno no solo tiene que aprender a empezar una historia,
tal vez lo más difícil es terminarla, adecuadamente.
Pero vamos por el comienzo. La extensa novela de 455 páginas
retrata la vida del alter-ego de David, Martin. Un estudiante judío a inicios
de la década de 1980 que ingresa a una prestigiosa universidad para estudiar
literatura. Al inscribirse en el seminario dictado por el prestigioso editor y
aún no consagrado escritor Stanley Flint, Martin entrará en una espiral de
amor, rencor, descubrimientos, vida social neoyorquina, y relaciones amorosas.
Todos estos temas y otros, son tratados con bastante
brillantez por Leavitt a lo largo de la obra. Y sin embargo, subterráneamente,
subsiste en el interior del libro otro relato: el de alcanzar una certeza. El
subtítulo que no aparece en castellano, A sure thing, hace referencia a esa
necesidad de Martin de “abalanzarse sobre una cosa segura”, una frase que sus
compañeros de seminario de escritura proponen como su sinónimo. Las certezas
son varias: la iniciación sexual y el deseo por otros hombres; la necesidad de
reconocimiento por parte de Flint; el afianzamiento como escritor; el ensayo de
matrimonio con Eli, etc. Es el anhelo incesante por la certeza el que se plasma
en el relato de Martin, ese es el leitmotiv de su vida.
Un momento de la vida de Martin que transcurre durante la Era Reagan, donde muchos
norteamericanos se hicieron ricos, mientras la izquierda fue anulada por esa
nube de fascismo y elitismo que recorrió el país. Y es que para anular “los
peligros del comunismo”, los políticos norteamericanos no dudaron en utilizar todos los métodos del fascismo para
combatir un enemigo invisible pero casi omnipresente. Las reflexiones de
Leavitt respecto a la era Reagan no dejan de ser una buena fuente para
comprender este triste periodo de la historia norteamericana. Sobre todo respecto a la homosexualidad y su relación con la derecha política, el miedo al
sida, y las nuevas tendencias del mundo editorial y la economía en general. Estos
son los orígenes de nuestra época. Ahí están sus fundamentos.
Lo cierto es que si bien hace un retrato bastante “certero”
de su sociedad, y de allí mi necesidad de buscar en los propios
norteamericanos, en sus escritores, una explicación para las cosas que pasan.
No solo es un retrato de la sociedad. Se trata de un escrito bastante personal,
donde a ratos queda la sensación de que no puedes compartir sus ideas, respecto
a su gusto por los hombres mayores, o su abstención a la bebida y a las drogas por
ejemplo, pero también en la afinidad de otros aspectos, como el mismo concepto
de amor y su relación con el sexo, o la naturaleza de las relaciones sociales.
Esta afinidad solo es posible con un relato vivo, en el que te puedes
distanciar, pero a la vez identificar, ya sea porque lo viviste, o porque lo
estás viviendo en el mismo instante en el que lees un párrafo y encuentras esa
idea que rondaba tú cabeza pero no sabías expresarla, articularla en un
lenguaje inteligible.
Eso es la literatura, un punto de encuentro con uno mismo,
con el otro, con todos, y con nadie en particular; es un encuentro con la
palabra. Esta novela está atada al amor por la literatura por parte del mismo
Martin. Un amor incondicional que está marcado por la necesidad de escribir.
Una necesidad que comparto. En el caso de Martin, esa necesidad está marcada
por decir más con menos. Una frase
que caracteriza al minimalismo literario del que Martin era parte a mediados de
los 80’s y que fue tanto combatido como aclamado por la crítica literaria.
Por mi parte, y ya para ir cerrando, esa
necesidad me lleva a criticar los falsos dilemas que muchas veces se nos proponen, en parte como recursos
literarios para convencer, y que otras veces son utilizados para narrar
episodios que argumentan una posición frente al mundo, y que justifican esa
posición. Pero que finalmente son falsos. Así, el falso dilema entre la
denuncia social y el arte por el arte, se plantea en términos de Martin y de su
mentor Stanley Flint como la irrenunciable vocación de escribir desde el alma,
y no desde lo que otros te indican o que es lo socialmente correcto. Flint
argumentaría que eso lleva a escribir “mierda sin paliativos”, y concuerdo con
que escribir siempre va a ser una necesidad personal, un encuentro con la
certeza de la palabra, y sin embargo, al hacerlo, al encontrarnos con la
palabra y con nosotros, estamos haciendo una denuncia en un sentido amplio. Se
trata de reconocer que a veces las certezas que necesitamos están lejos de ser
alcanzadas, y que la vida sigue, aun cuando le hayamos puesto punto final a
algo.
En suma, se trata de un libro altamente recomendado, con
pasajes estupendos y que tan solo al final parece que decae, pero que Leavitt lo cierra de forma magistral, con
palabras. Uno de sus siguientes relatos ya captó mi atención y espero obtenerlo
pronto: El contable hindú. Una obra
que parece renovar la obra de Leavitt, desde la investigación, la ciencia, la
filosofía, y los misterios de la pasión en que se encuentran D. H. Lawrence,
Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein y por supuesto, el contable hindú.
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