Hoy vi esta película, y me acordé que hace tiempos hice un poema, inspirado en una persona muy querida, y que me llevó por caminos inexplorados, que me enseñó lo que en portugués se conoce como saudade, y que a mi manera yo la vivo y la seguiré viviendo, mientras queden recuerdos, mientras queden historias.
Este es un homenaje, como todo en la vida, para H y su saudade, para Pedro Juan Gutierrez por enseñarme esa otra Habana, para Virgilio Piñera y La isla en peso por la inspiración poética, y por supuesto para Bebo Valdés por la excelente música de Chico y Rita.
Háblame de la vieja Habana, de centro habana, y el malecón,
donde los amantes todavía se besan y hacen el amor
sin importarles las miradas, ni la patrulla de la autoridad,
pues se hallan consumidos por su deseo,
y tan solo acariciados por la brisa y sus propias manos,
ocultos entre la noche y el ruido de las olas
que azotan las murallas de la vieja ciudad.
Háblame de la vieja Habana, de centro habana, y el malecón,
donde salías a caminar con el sol quemándote la piel,
y entre sal, sudores, y edificios derruidos
mirabas con nostalgia las glorias de un pasado fabuloso,
y del que ahora solo quedan postales amarillentas,
las ruinas de una bailarina caribeña que azotada
por los embates del tiempo y los viejos barbudos de la revolución,
se resiste, pudorosa, a exhalar el último aliento.
Háblame de esos recuerdos mientras dormito en tus brazos,
mientras esa nostalgia que me es ajena me consume.
Porque no hay duda que la peor nostalgia
es aquella que se siente por lo que nunca se ha perdido,
por lo que nunca se ha conocido,
por lo que nunca se ha tenido.
Pero no importa si nunca he estado en la vieja Habana,
es tu voz la que me enamora de esos recuerdos,
eso que emana de tu cuerpo cuando hablas de tu Habana,
como si las calles y las personas cobraran vida de tu aliento,
como si esos edificios se destruyeran en mi mente,
y viera con mis ojos a los amantes semidesnudos en las murallas,
y el sol y la brisa se colaran en mi ventana.
Tu recuerdo atraviesa mi piel y mis sentidos,
tu mirada trasluce un encanto casi olvidado,
tu sonrisa es de nostalgia,
tu cuerpo es solo un holograma,
no estás presente,
es tu ausencia lo que acaricio.
Más qué se puede hacer?
si hasta el ron tiene ese aroma a isla,
a las viejas casas herrumbrosas,
a los gatos ronroneantes,
y a las refris que murmullan en la cocina,
y a los carros que más bien parecen herrumbrosos viejos ronroneantes,
y a los viejos que más bien parecen herrumbrosos gatos que murmullan,
pero como todo en Cuba: no murmullan sino que gritan.
De tanto murmullo nada se escucha,
de tantos ronroneos nada se entiende,
de tanta herrumbre nada refleja,
de tanto mar, de tanta isla, de tanto viejo, de tantos gatos, de tantas refris, nada cambia.
Tu maldita circunstancia del agua por todas partes
me lleva al abismo, porque no sé que es preferible:
si el agua por todas partes, o estas paredes que me aprisionan?
si esta ciudad demoledora, o aquella Habana demolida.
Lo único que puedo hacer es contemplarte,
oír tus historias de aquella bella,
mientras ibas al teatro,
mientras pasabas trabajos,
- acere si tú supieras –
Acaso no lo sabré nunca pero comparto tu tristeza.
Lo único que me calma es tu sonrisa franca.
Ese reflejo de una ciudad en las pupilas,
y la evocación de esa melancolía infinita
en tu voz que ahora es lejana,
que se va hacia el mar, se va hacia su isla.
Y me abandona, y me abandono,
y así me pierdo entre estas cuatro paredes
que por ahora nos acogen y no me amenazan.
Dormir contigo es como tener la marea en un vaso de agua,
calmar la tempestad antes de que suceda.
Por ahora solo nos tenemos el uno al otro,
porque ni tú tienes tu Habana, ni yo tengo un sentido.
Solo tengo este momento,
solo tengo la nostalgia
por la Habana vieja.
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