31 de mayo de 2011

Hubo una época en que el placer se convirtió en horror


o cuerpo vaciado...

























No había retorno posible,
y las circunstancias eran perfectas.
Todo lo que nos rodeaba eran lagunas de recuerdos,
cristales opacados por lo quisimos ver
desde la cómoda posición del televidente,
sin recordar que el horror existe.


Las cosas estaban claras,
y la sangre fresca recorría rauda las tuberías,
hasta los vasos cristalinos, 
a las bañeras engalanadas;
pues era el momento en que todos bebían
y se embadurnaban de placer;
pues creyeron en la realidad aparente,
y sin darse cuenta estaban muertos.

Con los pies por delante los sacarían
de sus habitaciones confortables,
de sus quehaceres cotidianos,
de sus palanganas con agua fresca,
de toda la inmundicia con que cubrían su soledad.


Y es que cuando el frio arrecia,
se cubren con pieles y licores,
con putas y mentiras impúdicas y piadosas.
Son todos pétalos de flores
que se pudren en los cementerios.


Por eso y para ahogar a la conciencia
hay que recurrir a elíxires,
a pócimas y a menjunjes,
brebajes preparados por brujas
que curan a los inválidos de las certezas.


Arropados de papeles,
de escritos arrugados como espejos
tiritan ante el reflejo de su decadencia, y sin embargo
creen que siguen vivos.


Pero todo es falso, imagen
que oculta la verdadera esencia,
que sabe a rancio, que está podrido,
porque en el fondo del pozo
lo que se encuentra
es al niño que cayó dentro
y que hace tiempos acalló sus gritos,
y se hizo viejo, y ahora forma parte
del agua con que quieren saciar
una sed imposible. 


2 comentarios:

  1. Me gusta el fondo del pozo
    en especial
    cuando llenos de elíxires está.
    No importa que no nos sacien la sed
    importa bebérselo todo de a dos.

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