3 de diciembre de 2013

Carta de Pablo Palacio a Pablo Hannibal Vela.



Loja, 1 de enero de 1939.

Mi Estimado Hannibal.


Mi querido colega, te escribo desde Loja, ya sabes que ando medio maluco de salud, y como nos botaron de la Asamblea, los nervios están que me matan. Y ahora encima, esta noticia que paso a relatarte. 


Te cuento que ahora que he vuelto a la tierra, luego de permanecer en Quito esta turbulenta temporada, dominada por el odio y el cinismo, me entero que han utilizado tú nombre para una serie de películas, dizque basadas en unos libros de un Thomas Harris, autor que desconozco por completo y que me parece un invento peruano para difamarnos. Me enteré de que este Hannibal, que encima tiene otro apellido -Lecter dicen-, está basado en un asesino serial, un psicópata de acuerdo a las nuevas teorías psicoanalíticas que provienen de Freud y Jung, y yo sin saberlo cuando escribí “El Antropófago”, que es en lo que se basa la historia de este Hannibal Lecter. O sea que toman tú nombre y mi cuento. Esto es el colmo. Pero vamos por partes. 


Te prevengo que te andes con cuidado porque la secreta y los pesquisas del presidente Mosquera andan detrás de todo lo que parece subversivo. Ya sé que vos te dices socialista, y no comunista, pero como ahora el infeliz del Mosquera se inventa que todos acá somos bolcheviques, y todo es caos, y todo es anarquía y disolución, y que hay que proteger la patria de esta “amenaza”, anda persiguiendo a todo gato o perro que se encuentra. Es como si el Fürher y el maricón del Edgar Hubert se hubieran casado en el Ecuador y hubieran parido un hijo mestizo, y criollo: un pequeño hijo que se llama Aurelio. 

Pero no nos adelantemos a los hechos -que estoy loco, pero no soy clarividente-. Lo que pasa es que acá en Loja las cosas son avanzadísimas. Si te contara las cosas que veo Hannibital. Pero regresemos a tu caso. 

Te prevengo porque en la tele, que es una cosa espléndida que solo hay acá en Loja, pasaron en un canal peruano un avance de la serie que han sacado, no contentos con las películas, que te repito, están basadas en los libros de Thomas Harris -un discípulo de Poe, me supongo-. Las novelas, que todavía no he podido conseguir de contrabando en Huaquillas, me dicen que tratan de un asesino en serie, un Jack The Ripper, el verdadero, -no el criollo, que ya sabes que escribía sobre los montubios-. 

Este nuevo asesino, se regodea alimentándose de sus víctimas, a las que caza despiadadamente y devora en festines opíparos dignos del gabinete y todos sus ministros. Vos que has leído mi cuento “El Antropófago” te darás cuenta de que me copian. Y ya sabes, los gringos estos no me dan ni el crédito ni un aplauso. Solo le han cambiado la trama un poco, aunque hasta el Hannibal este de las películas está encerrado como el antropófago que describo, y le hace un poco de diabluras a la Judith Foster, que es la protagonista de una de las películas. Reconozco que es original la idea, pero se inspira casi todo en mi cuento y en tu nombre mi colega. Algo hay que hacer al respecto, vos con las leyes en Quito, yo desde mi Loja querida, tenemos que actuar pronto, antes que le saquen copyright en el IEPI, y nos dejen fregados y copiados. Estos cholos brutos con tal de darles la razón a los gringos, de cualquier cosa son capaces. 



Lo que me preocupa, es que los pesquisas, atolondrados y con la consigna del Mosquera de mantener el orden público, no tomen en cuenta los diferentes apellidos, porque eso sí, para ser sincero, el personaje que vi en la tele, era igualito a vos Hannibital, -con buen porte y garbo, aunque menos ciego-. Para mí que eso basta para que estos cholos brutos te persigan como a un asesino. 



Por eso te escribo desde la Lojanía, para que te vayas por la sombrita, -no la que ya andas viendo, o no, porque estás más ciego que un topo, perdón por el sarcasmo-. Y es que no solo el gobierno dizque se anda preparando contra los bolcheviques, sino que los peruanos, que me pasan noticias eso sí, a través de esta caja maldita que no entiendo, nos andan pisando el poncho, y ya mismo que nos invaden –eso es seguro-. Por eso mejor hacerse el loco –como yo- para que no nos vayan a fusilar por comunistas, o por monos, como dicen que somos, todos los gallinas que viven al sur del sur, o sea de Macará, que ya es bien lejos. 

Me despido Hannibital, no sin adelantarte que la serie homónima tuya y las películas, están buenísimas a pesar de la copia infame que han cometido. Ahora si me voy cieguito del alma. No te irás a comer a alguna guambra bandida porque ahí sí fregaste! Y si haces cena, mandarás a verme a Loja para darnos un último banquete. Jajaja –otra vez yo y mi sarcasmo-. 

Con afecto, tu tocayo Pablo. (Eso sí, solo en el primer nombre. Por si acaso la secreta intercepta la carta y me confunda con vos). 



2 de diciembre de 2013

A mi abuela Sara




Ya lo dijo el inka Tupak Katari:
regresaré y seré millones,
igual que todas las mariposas llamadas Sara,
igual que todos los insectos que algún día fueron
conocidos como Gregorio Samsa,
regresaré y poblaré la tierra.

 
Mi cuerpo que no solo es carne,
sino polvo, y agua, y viento, y fuego,
se llenará de pupas y crisálidas esperando la primavera,
hará explosión y me transformaré en montaña,
en valle, y crepúsculo lunar,
y en mandrágora y mantícora a la vez,
y ni San Jorge que espera la batalla,
podrá combatir el fuego de este dragón eterno.





Pues mientras exista la radio en A.M.
y se escuchen pasillos y albazos, y versos tristes
como los que escuchaba mi abuela en el cuarto junto al durazno,
y su voz hecha eco penetre todo el espacio de la casa vacía,
seré uno y todos, y ninguno a la vez.



La única guerra que es tan hermosa
como para arrancarle las lágrimas a un niño,
es la que se celebra en el interior de uno mismo,
pues de acuerdo a todos los tratados y armisticios,
declarara que quien gane, siempre perderá algo suyo,
pero ganará en insecto, y en mariposa, y ese bichito
será la salvación y la perdición del mundo.




29 de octubre de 2013

alejamiento



Lucidez de chuchaqui y porro a las tres de la mañana
luego de un blancazo sentimental.
Hago todo lo posible para alejarte,
para alejarme,
para no sentir.

5 de mayo de 2013

Martin Bauman por David Leavitt.



La primera vez que leí Arkansas, el más famoso libro de relatos de David Leavitt, supe que iba a ser uno de mis escritores contemporáneos favoritos. De hecho, es uno de los pocos escritores gay que realmente aprecio. Y cuando en una feria del libro en Medellín encontré en uno de los estantes Martin Bauman, no dudé un instante en comprar esta voluminosa novela.

Terminé de leerla esta semana. Me quedé en la cama para el final, saboreando las últimas letras, ese final que es uno de los más acertados que he leído. Y es que uno no solo tiene que aprender a empezar una historia, tal vez lo más difícil es terminarla, adecuadamente. 

Pero vamos por el comienzo. La extensa novela de 455 páginas retrata la vida del alter-ego de David, Martin. Un estudiante judío a inicios de la década de 1980 que ingresa a una prestigiosa universidad para estudiar literatura. Al inscribirse en el seminario dictado por el prestigioso editor y aún no consagrado escritor Stanley Flint, Martin entrará en una espiral de amor, rencor, descubrimientos, vida social neoyorquina, y relaciones amorosas. 

Todos estos temas y otros, son tratados con bastante brillantez por Leavitt a lo largo de la obra. Y sin embargo, subterráneamente, subsiste en el interior del libro otro relato: el de alcanzar una certeza. El subtítulo que no aparece en castellano, A sure thing, hace referencia a esa necesidad de Martin de “abalanzarse sobre una cosa segura”, una frase que sus compañeros de seminario de escritura proponen como su sinónimo. Las certezas son varias: la iniciación sexual y el deseo por otros hombres; la necesidad de reconocimiento por parte de Flint; el afianzamiento como escritor; el ensayo de matrimonio con Eli, etc. Es el anhelo incesante por la certeza el que se plasma en el relato de Martin, ese es el leitmotiv de su vida. 

Un momento de la vida de Martin que transcurre durante la Era Reagan, donde muchos norteamericanos se hicieron ricos, mientras la izquierda fue anulada por esa nube de fascismo y elitismo que recorrió el país. Y es que para anular “los peligros del comunismo”, los políticos norteamericanos no dudaron  en utilizar todos los métodos del fascismo para combatir un enemigo invisible pero casi omnipresente. Las reflexiones de Leavitt respecto a la era Reagan no dejan de ser una buena fuente para comprender este triste periodo de la historia norteamericana. Sobre todo respecto a la homosexualidad y su relación con la derecha política, el miedo al sida, y las nuevas tendencias del mundo editorial y la economía en general. Estos son los orígenes de nuestra época. Ahí están sus fundamentos. 

Lo cierto es que si bien hace un retrato bastante “certero” de su sociedad, y de allí mi necesidad de buscar en los propios norteamericanos, en sus escritores, una explicación para las cosas que pasan. No solo es un retrato de la sociedad. Se trata de un escrito bastante personal, donde a ratos queda la sensación de que no puedes compartir sus ideas, respecto a su gusto por los hombres mayores, o su abstención a la bebida y a las drogas por ejemplo, pero también en la afinidad de otros aspectos, como el mismo concepto de amor y su relación con el sexo, o la naturaleza de las relaciones sociales. Esta afinidad solo es posible con un relato vivo, en el que te puedes distanciar, pero a la vez identificar, ya sea porque lo viviste, o porque lo estás viviendo en el mismo instante en el que lees un párrafo y encuentras esa idea que rondaba tú cabeza pero no sabías expresarla, articularla en un lenguaje inteligible. 

Eso es la literatura, un punto de encuentro con uno mismo, con el otro, con todos, y con nadie en particular; es un encuentro con la palabra. Esta novela está atada al amor por la literatura por parte del mismo Martin. Un amor incondicional que está marcado por la necesidad de escribir. Una necesidad que comparto. En el caso de Martin, esa necesidad está marcada por decir más con menos. Una frase que caracteriza al minimalismo literario del que Martin era parte a mediados de los 80’s y que fue tanto combatido como aclamado por la crítica literaria.  

Por mi parte, y ya para ir cerrando, esa necesidad me lleva a criticar los falsos dilemas que muchas veces se nos proponen, en parte como recursos literarios para convencer, y que otras veces son utilizados para narrar episodios que argumentan una posición frente al mundo, y que justifican esa posición. Pero que finalmente son falsos. Así, el falso dilema entre la denuncia social y el arte por el arte, se plantea en términos de Martin y de su mentor Stanley Flint como la irrenunciable vocación de escribir desde el alma, y no desde lo que otros te indican o que es lo socialmente correcto. Flint argumentaría que eso lleva a escribir “mierda sin paliativos”, y concuerdo con que escribir siempre va a ser una necesidad personal, un encuentro con la certeza de la palabra, y sin embargo, al hacerlo, al encontrarnos con la palabra y con nosotros, estamos haciendo una denuncia en un sentido amplio. Se trata de reconocer que a veces las certezas que necesitamos están lejos de ser alcanzadas, y que la vida sigue, aun cuando le hayamos puesto punto final a algo. 

En suma, se trata de un libro altamente recomendado, con pasajes estupendos y que tan solo al final parece que decae, pero que Leavitt lo cierra de forma magistral, con palabras. Uno de sus siguientes relatos ya captó mi atención y espero obtenerlo pronto: El contable hindú. Una obra que parece renovar la obra de Leavitt, desde la investigación, la ciencia, la filosofía, y los misterios de la pasión en que se encuentran D. H. Lawrence, Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein y por supuesto, el contable hindú.