21 de junio de 2011

El hijo de la contradicción

Intro

Soy una creación nefanda,
estoy maldito y no necesito que me lo digan las gitanas.

Tengo la misma estirpe de Caín,
su sino es mi signo,
y mi sangre –tendrías que saberlo–,
está maldita para siempre.

I

Los charcos de lluvia en medio del asfalto
reflejan a un desventurado,
sin pasión, sin compasión,
solo tiene a su doble identidad,
y ni siquiera ella le sirve para cubrir su desgracia,
no lo arropa, ni lo mima,
es como vivir con un siamés,
que a cada instante le pone la celada.

Solo le quedan esas imágenes y frases,
esos recuerdos compartidos,
hijos de una generación sin rumbo.

La contradicción lo alimenta, vive de ella,
y la desangra cual médico del Medievo,
hasta purgar las penas,
o hasta que el cuerpo aguante.

II

De  pronto siente miradas en la espalda
mientras camina en busca de un sentimiento.

Sigue un camino polvoriento
perseguido por un recuerdo inexistente.

Una sombra fugaz se derrite entre los pinos
mientras voces insondables se cuelan en su memoria.

Presiente unos pasos a lo lejos,
voltea y  se encuentra con mi reflejo,
regresan los pasos, tal vez de otra vida,
a lo mejor es el camino el que retrocede ante sus pasos.

Pierde la razón,
pierde la sensación de aquel momento,
se ahoga entre recuerdos de otro tiempo,
entre la contradicción que lo asfixia.

Blasfemias al oído estremecen su cerebro,
es un poseso de un pensamiento,
finaliza el camino y no encuentra ese sentimiento.

III

Tu distancia inadecuada es la contradicción a la inversa.
A la vez tan lejos como aquel recuerdo,
y tan cerca como la evocación de aquel mismo recuerdo.

Quiere ser feliz abrazado a tu sombra,
y reírse con la ausencia casi eterna que los separa.

Tan solo quiere dormir en tus brazos de 5000km de largo,
y desaparecer esta contradicción amarga.

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