20 de abril de 2011

Primer Piso-El Páramo VIII

Caballos Salvajes

Esa mirada penetrante
me conduce al páramo nuevamente.

La tierra huele a salvaje,
y la presencia del agua se hace inminente,
como si los elementos corrieran desnudos
entre estos parajes desconocidos.

La visión del águila se aclara y
repentinamente aparece una ninfa.
 Su velo es de algas verdes y marrones,
su mirada se difumina por la niebla,
sus vestiduras pronto se transforman,
y sin embargo permanece su belleza.

Conducido por el instinto he llegado a la laguna,
donde un viejo triste espera paciente,
cerca de tres sabios que permanecen inamovibles.




Este es el sitio escogido
para encontrar los caballos salvajes.

El viento me susurra historias de
aquella laguna encantada,
en la que la ninfa se convierte en caballo.



Su apacible baño no se interrumpe
por la presencia de este intruso,
pues sigiloso surco el horizonte,
y como el águila tan solo observo,
la transformación de la ninfa,
que se baña tranquilamente,
esperando la vida nueva.

Así el páramo recrea el origen de la vida,
y así mismo mi corazón espera,
la vuelta a esa tierra desolada y prometida.






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